Literatura renacentista

  Si en la Edad Media se había sentido un gran respeto por la cultura desaparecida, ese respeto se hace devoción en el Humanismo; y no sólo por la cultura y las artes, también por las costumbres, los modos de vivir y de pensar de los clásicos.

  La inteligencia humana no es algo tan pequeño que nada vale sin la Revelación, como se había pensado en la época medieval; al contrario, es una fuerza poderosa que puede descubrir y descifrar los enigmas y misterios que rodean al hombre. Tampoco el cuerpo es una fuente de pecado, sino una fuente de placer que hace agradable la vida.

  Italia se adelantó dos siglos al resto de Europa en el redescubrimiento del mundo antiguo, cuya cultura y pensamiento renacían ( re-nacían, re-nacer, re- nacimiento) y se convertían en modelos de vida, pensamiento, arte y literatura. La belleza y riqueza del Renacimiento italiano deslumbraron a los franceses y españoles que luchaban en Italia.

  Al caer Constantinopla en poder de los turcos, los eruditos griegos salidos de la ciudad se instalan en las cortes de los príncipes italianos. Allí traducen a los grandes autores y filósofos griegos, cuyas obras influyen en los ideales de la época. La invención de la imprenta favorece extraordinariamente el abaratamiento y, por tanto, la difusión de los libros. Se multiplican las traducciones, los diccionarios; surgen las primeras gramáticas de los idiomas nacionales.

  Los primeros humanistas piensan injustamente que la Edad Media fue sólo una época de bárbaros, que las lenguas romances son pobres e incapaces de expresar los matices del latín. Esto explica por qué, durante mucho tiempo, los escritores cultos consideran sus obras en romance de poca importancia, y por eso las obras que ellos estiman más importantes las escriben en latín. Garcilaso de la Vega se lamenta de lo poco que se escribe en castellano: "Yo no sé qué desventura ha sido siempre la nuestra que apenas ha nadie escrito en nuestra lengua..."

 

La poesía lírica

  Los grandes poetas italianos empezaron a ser conocidos, admirados e imitados por toda Europa. España fue el país que más rápidamente se incorporó a las novedades italianas y a esa labor de traducción de los grandes autores latinos.
  Si los poetas del siglo XV habían imitado sobre todo a Dante, en el siglo XVI el modelo es la poesía delicada y sentimental de Petrarca.
  Los temas predilectos van a ser el amor, la Naturaleza y los mitos de la Antigüedad cláscica.
  El amor se concibe a la manera de Petrarca, es decir, un amor espiritualizado, que considera la belleza como un reflejo de la divinidad.

 

La poesía ascética y mística

  Durante el reinado de Felipe II surge con fuerza extraordinaria en la historia de las letras españolas la literatura ascético-mística.
 
   La ascética es el camino que emprende el alma en busca de la perfección. Está en relación con la voluntad humana, porque es el alma quien decide mortificarse, orar y renunciar al apego por las cosas terrenas.

  La mística es el conocimiento experimental de la presencia divina, en que el alma tiene, como una realidad, un sentimiento de contacto con Dios.

  La mística surgió en Europa durante la Edad Media. España, sin embargo, no había tenido escritores místicos en esa época - excepto Raimundo Lulio -. La mística española aparece, pues, con un enorme retraso; pero con una perfección e intensidad incomparables.

   Con Fray Luis de León, la poesía religiosa - no la mística- alcanza el equilibrio entre el Humanismo y el espíritu religioso de la Contrarreforma.

  La literatura ascética y mística tendrá  sus más altos exponentes en San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús.
  Pero es preciso señalar que en estos dos santos - y en la mística española en general- la experiencia de la divinidad no está vinculada a una actitud pasiva y contemplativa. Todo lo contrario, tanto su literatura como su vida tienen un carácter moralizador y activo.
  Los escritores ascético-místicos españoles consideraron la caridad activa como el camino que mejor conducía a Dios.


 

Poesía épica

 Las verdaderas aventuras de los conquistadores de España y Portugal ofrecían hechos reales tan extraordinarios que no era necesario recurrir a la fantasía. "La Araucana" de Ercilla y "Os Lusiadas", del portugués Camoens, son los mejores poemas épicos cultos de España y Portugal, respectivamente.


La novela

La novela sentimental

 Uno de los grandes autores italianos, Boccaccio, inició un nuevo tipo de relato con su obra "Fiammetta", que sirvió de modelo a otras narraciones españolas del siglo XV. El tema central de estas obras es la pasión amorosa y las sensaciones que produce en el enamorado.

La novela pastoril

  Las églogas de Virgilio, donde los pastores hablaban un lenguaje culto y refinado, sirvieron de modelo a Petrarca para escribir una obra sobre el mismo tema. Esta corriente literaria que idealiza la Naturaleza y la vida de los pastores, alcanzó un gran éxito en el siglo XVI en forma de novela.
  La primera novela pastoril es "La Arcadia", de Sannazzaro, que sirvió de modelo para el género.
  En España se escribieron muchas novelas de este género como "La Galatea",  de Cervantes.



La novela picaresca

  En el siglo XVI se inicia en España un nuevo género novelesco que no existía anteriormente: la novela picaresca.

  El personaje central de estas novelas es un pícaro. Este personaje viene a ser una especie de héroe al revés. Los altos ideales y sentimientos del héroe caballeresco le son desconocidos; ni el honor ni el amor le inquietan. Vive en la miseria; es desvergonzado, plebeyo y con pocos escrúpulos. Sus orígenes son ínfimos y, con frecuencia, deshonrosos; pero no trata de ocultarlo, lo dice con toda tranquilidad. Es la primera vez que un personaje de estas características se asoma a un relato para protagonizarlo.

  Huye del trabajo fijo, prefiere mendigar o recurrir a ingeniosas tretas antes de someterse a la tiranía de un trabajo disciplinado.
  Sabe que está sólo, que únicamente cuenta con su habilidad y su ingenio para salir de los apuros.
  Sabe mirar las cosas fríamente, sin hacerse ilusiones. No es ambicioso, está convencido de que nada vale el trabajo que cuesta conseguirlo.
 No reniega de la fe, pero no se rige por reglas morales ni religiosas.

  Si las novelas caballerescas transcurren en una época indeterminada y en países imaginarios, la novela picaresca tiene sus raíces en un tiempo y un lugar determinados: la España de los siglos XVI y XVII.


  La aparición del pícaro en la literatura está relacionada con un sector de la población española en esa época. El largo esfuerzo realizado por España para sostener las guerras en Europa y las conquistas en el Nuevo Mundo habían empezado a arrojar sus resultados penosos: soldados que volvían de las campañas empobrecidos e inválidos, aventureros, campesinos que abandonaban sus tierras...
  A estos hombres les resultaba muy difícil dedicarse a un trabajo diario y una vida ordenada. Eran más propensos a holgazanear; sentían, además, un menosprecio tradicional hacia los trabajos manuales que habían realizado los judíos y  los moriscos durante siglos.
  Acostumbrados a las aventuras y peligros por tierras extranjeras, la pequeña aventura diaria de buscarse qué comer no debía preocuparles demasiado; especialmente, si eso les permitía disfrutar de su ocio. No tenían bienes ni comodidades, pero podían desplazarse con libertad de un lado a otro sin que  les estorbara el peso de su equipaje.

  La primera novela picaresca es el "Lazarillo de Tormes", de autor anónimo, publicada en 1554.


La novela de caballerías

  En pleno renacimiento, España pondrá de moda en Europa un género típicamente medieval, la novela de caballerías.
  Estas novelas de pura imaginación, sin ninguna relación con la verdad histórica, alcanzaron una gran difusión entre todos los públicos europeos.
  Se llegó a tener tal afición en España por los libros de caballerías que fueron muchos los escritores severos y moralistas que los atacaron y desaconsejaron su lectura. Finalmente, fue Cervantes, con su "Quijote", el que logró  "poner en aborrecimiento de los hombres las fingidas y disparatadas historias de los libros de caballerías".

 

  La primera novela moderna

  Durante los siglos XV Y XVI se escribieron muchas novelas de muy diversas clases; sin embargo, se dice que "Don Quijote" es la primera novela moderna porque tomó elementos de todas las anteriores y creó una nueva clase de novela, que es el origen de la novela moderna.

 En la novela de caballerías se relataban las hazañas de los caballeros andantes, hombres valerosos que salían a buscar aventuras guiados por un ideal y por el amor a su dama. Todas las aventuras eran fantásticas y sucedían en países extraños, muchas veces inexistentes; y en épocas desconocidas. El héroe se enfrentaba solo a todo un ejército, mataba dragones y animales imaginarios, luchaba contra magos y brujas... Algo así como  un superhombre que fuera totalmente invulnerable.
 Este poderoso caballero no sufría ningún cambio en su interior, empezaba siendo heroico y terminaba de la misma manera, sin tener ningún momento de vacilación; era un héroe que siempre tenía que serlo: un personaje fijo, inalterable a lo largo del relato.

  Cervantes utilizó el procedimiento de la parodia o imitación humorística de este tipo de novelas. Don Quijote es un caballero andante que vive en el mundo real y no en el imaginario de los caballeros. No hay animales extraños, ni magos ni brujas en las aventuras de don Quijote, hay gente común de la España de la época. ¿Dónde están los magos, los encantamientos, las damas prisioneras y los castillos? Sólo en la imaginación de don Quijote.  El último caballero andante ya no recorre el mundo que él imagina, sino el siglo y la España de Cervantes. Ya había un precedente importante de un tiempo y un lugar reales en género novelesco: el héroe de la novela picaresca, ese héroe que sabe más del hambre que de las princesas encantadas.

  También el tema pastoril aparece en la novela de Cervantes, incluso don Quijote pensará en hacerse pastor y componer versos a Dulcinea.
  "El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha" inaugura así una nueva clase de novela en la que se puede hablar de todo, porque don Quijote y Sancho pueden encontrar de todo, también, en su búsqueda de aventuras. Y esto no ocurría en los otros géneros novelescos, porque el ambiente refinado y culto de las novelas pastoriles, por ejemplo, exigía hablar de las penas amorosas que sentían siempre los pastores. Otro tanto sucedía en los libros de caballerías que obligatoriamente tenían que acumular azañas asombrosas. Cervantes, en cambio, creó un tipo de novela en donde se podía hablar de muchas cosas a la vez, con momentos cómicos y trágicos, mezclar la burla y la reflexión, las fantasías de don Quijote con el sentido realista de Sancho.
  Además, los diálogos del caballero y el escudero permiten al lector ser testigo no solamente de sus hazañas, sino también de sus momentos de duda, de desánimo, asistir a sus disputas, a los engaños de Sancho... De esta forma, el lector no se siente lejos de los personajes, porque los ve comportarse, emocionarse y entristecerse, tal como sucede a los hombres verdaderos de todas las épocas. A lo largo de la novela se llega a conocer tanto a los protagonistas que uno se pregunta si de verdad no han existido.


El teatro


  En el siglo XV se observa que el teatro va dejando de ser religioso y moralizante para convertirse en teatro de "salon" que se representa para la nobleza.
  Durante el siglo XVI, el teatro abandona los salones para acercarse al pueblo. El teatro se convierte en una empresa económica.
  Se tienen que escribir obras que agreden a la gente y el autor de ser anónimo.

  Surgen o resurgen la comedia y tragedia a modo clásico. Se representa la vida diaria en la que el público pueda reconocerse, se resucitan las canciones populares y la forma teatral se hace más ordinaria.



  Hacia finales del siglo XVI, coincidiendo con el reinado de Isabel I, el teatro inglés ya está perfectamente caracterizado. Es un teatro que nace y se desarrolla casi exclusivamente en Londres, donde se escriben y se representan obras.


  A este teatro acudían por igual el hombre ilustrado y el aficionado inculto. El público, heterogéneo y muy numeroso, buscaba en la escena ante todo acción, movimiento, pasiones fuertes, emociones violentas.


  Los autores poseían una formación desigual, y si bien algunos, como Shakespeare, conocían las obras de la Antigüedad clásica, la mayoría de los dramaturgos eran comediantes de oficio, preocupados sólo por los dramaturgos eran comediantes de oficio, preocupados sólo por los valores escénicos. Era muy frecuente hallar en una sola persona al autor y al actor.

  El drama inglés del Renacimiento no respeta ninguna clase de normas: mezcla lo trágico y lo cómico, lo solemne con lo grotesco y disparatado, se alterna la prosa con el verso (canciones y rimas populares). En este sentido es un teatro muy libre. La acción, que suele ser compleja, se desarrolla con gran rapidez y a veces abarca varios años. El número de personajes es considerable. Sin apenas decoración, la acción salta de un lugar a otro, de un país a otro, del día a la noche, de una época a otra rápidamente. No existen telones, ni candilejas, ni patio de butacas; los actores representaban moviéndose, desplazándose libremente entre el auditorio.


  Un teatro de estas características exigía una gran participación imaginativa del espectador. La forma de participación por excelencia se alcanza con el soliloquio, mediante el cual un personaje revela sus pensamientos y sentimientos al espectador. Los argumentos están sacados de la vida diaria, de la leyenda, de la historia de los más diversos países y épocas. No están especialmente interesados los autores ingleses en la originalidad de los asuntos. Shakespeare acude al pasado de Inglaterra, a las leyendas italianas medievales o a la Atenas clásica en busca de argumentos para sus dramas. Las muertes, las batallas, las revoluciones, las traiciones, el amor, las pasiones, lo fantasmagórico, lo trágico, lo cómico, recorren el drama inglés del Renacimiento; un estilo que es ejemplo extraordinario de teatro rico, libre, lleno de vida, en el que tienen cabida todo tipo de problemas y situaciones. Este modo de representar, sobrio y aparentemente primitivo, nos sorprende hoy por su gran actualidad, a pesar del tiempo transcurrido.



La historia


 Tienen extraordinaria importancia las Crónicas de Indias.
  Muchas crónicas fueron escritas sin afanes literarios ni historiográficos. Simplemente se pretendía explicar al rey cómo sucedieron los hechos, las resistencias que encontraron los conquistadores, las batallas que sostuvieron y el porqué de las decisiones que los jefes habían tomado.
  Estas crónicas pertenecen - por lo general - a autores poco letrados, que utilizan un estilo directo, simple, medieval todavía; pero que poseen toda la fuerza de una experiencia y unas luchas que fueron vividas por quienes las escribieron.

  El soldado que luchaba y narraba los acontecimientos, escribía, en general, de un modo espontáneo. Pero los historiadores oficiales, que sin haber participado en las luchas escribían sobre la conquista, tenían un tono bien distinto: les falta la fuerza que transmite el que cuenta lo que ha vivido. Influyen, además, sobre los cronistas cultos, razones políticas o históricas -cuando no intereses propios- que les llevan a razonar sobre el significado e importancia de la conquista. Su estilo acusa la influencia de los clásicos: abundan los latinismos, los discursos solemnes que ponen en boca de los héroes...